Retos para la salud mental en las sociedades desarrolladas, consecuencia del pensamiento contemporáneo y la sociedad digital:
La sociedad actual carece de espacio para la contemplación, la lentitud, o la divagación, premiándose el uso eficiente del tiempo. Es decir, hacer muchas cosas y múltiples tareas a la vez o en poco tiempo. En consecuencia, los hábitos de sentarse a escuchar, comprender, empatizar y ayudar o apoyar a otros, no caben. Por otro lado, las redes sociales son elementos ficticios de comunicación, que no satisfacen las necesidades de comunicación de los humanos, pero producen un bienestar efímero como consecuencia de la liberación de neurotransmisores que generan reacciones emocionales.
La nueva sociedad digital y los modos de vivir o de adaptarse a las condiciones actuales, generan trastornos a todas las edades, pero especialmente en los más vulnerables (niños y adolescentes). A estas edades, la búsqueda e incorporación de patrones físicos o de comportamiento pueden dañar la salud física y mental del adolescente o joven. Además, la emisión de opiniones o posicionamientos de cualquier índole suponen una agresión al pensamiento crítico y a la capacidad de discernir sobre la conveniencia de determinadas actitudes o prácticas. Por ejemplo, la percepción de soledad, por diferentes razones, afecta tanto a jóvenes y adolescentes, como a personas mayores con tendencia ascendente.
El peligro del uso inadecuado de redes sociales y pantallas.
Las redes sociales y el uso excesivo de pantallas, afecta a la plasticidad y al desarrollo cerebral en niños y adolescentes y aleja del contacto humano a todas las edades, especialmente a los mayores.
La epidemia de la soledad se extiende de forma silente abarcando a sectores cada vez más numerosos de la sociedad, hasta el punto de que el Reino Unido creó en 2018 un Ministerio de la Soledad, para afrontar este problema creciente, que tiene graves consecuencias en la salud mental de las personas.
La sociedad actual carece de espacio para la contemplación, la lentitud, o la divagación, premiándose el uso eficiente del tiempo. Es decir, hacer muchas cosas y múltiples tareas a la vez o en poco tiempo. En consecuencia, los hábitos de sentarse a escuchar, comprender, empatizar y ayudar o apoyar a otros, no caben. Por otro lado, las redes sociales son elementos ficticios de comunicación, que no satisfacen las necesidades de comunicación de los humanos, pero producen un bienestar efímero como consecuencia de la liberación de neurotransmisores que generan reacciones emocionales.
La nueva sociedad digital y los modos de vivir o de adaptarse a las condiciones actuales, generan trastornos a todas las edades, pero especialmente en los más vulnerables (niños y adolescentes). A estas edades, la búsqueda e incorporación de patrones físicos o de comportamiento pueden dañar la salud física y mental del adolescente o joven. Además, la emisión de opiniones o posicionamientos de cualquier índole suponen una agresión al pensamiento crítico y a la capacidad de discernir sobre la conveniencia de determinadas actitudes o prácticas. Por ejemplo, la percepción de soledad, por diferentes razones, afecta tanto a jóvenes y adolescentes, como a personas mayores con tendencia ascendente.
El peligro del uso inadecuado de redes sociales y pantallas.
Las redes sociales y el uso excesivo de pantallas, afecta a la plasticidad y al desarrollo cerebral en niños y adolescentes y aleja del contacto humano a todas las edades, especialmente a los mayores.
La epidemia de la soledad se extiende de forma silente abarcando a sectores cada vez más numerosos de la sociedad, hasta el punto de que el Reino Unido creó en 2018 un Ministerio de la Soledad, para afrontar este problema creciente, que tiene graves consecuencias en la salud mental de las personas.